El Espíritu, el pueblo de Dios y la sinodalidad, son las categorías que fundamentaron la intervención de Mons. Miguel Cabrejos, presidente de Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño en la ceremonia inaugural de la Asamblea Regional de los países bolivarianos iniciada este 27 de febrero en Quito – Ecuador. La tercera, tras la realización de las asambleas dedicadas a las regiones de Centroamérica y el Caribe, efectuadas en El Salvador y República Dominicana respectivamente.
Tomando como base la constitución Lumen Gentium, el prelado insistió en que Dios no solo enseña a través de la jerarquía que evangeliza en su nombre y con su poder; también lo hace a través de los laicos, a los que constituye en testigos, dotándoles del sentido de la fe y la gracia de la palabra.
Escuchar la voz del Espíritu
Es así como indica que escuchar al Pueblo de Dios, es escuchar verdaderamente lo que el Espíritu le dice a la Iglesia. La opción de “consultar al Pueblo de Dios” depende de este proceso de redescubrimiento, por lo que recuperar esta dimensión en la Iglesia es evidencia de un proceso de maduración en la eclesiología del Pueblo de Dios que aún no ha sido plenamente apreciada.
En esta línea, el prelado asegura que volver a considerar el Pueblo de Dios como sujeto activo en la vida y misión de la Iglesia que propone el Concilio Vaticano II, “va acompañado del redescubrimiento, de la dimensión pneumatológica en ella”.
“Si no tuviéramos la certeza de que el Espíritu habla a la Iglesia y lo hace en virtud de la unción dada en el bautismo, la consulta se reduciría a una encuesta,” insiste; recordando los riesgos que esto podría generar respecto a la manipulación de la opinión pública.
Una situación muy propia de los sistemas políticos basados en la representación, porque según comenta “del Espíritu Santo depende la concordancia en la fe de todo el Pueblo de Dios”.
Aclarando que este Espíritu Santo no tiene distinción de ningún tipo para manifestarse. Para Mons. Cabrejos se trata de una dinámica espiritual que se aprecia mucho cuando se dice que “el mismo Espíritu no sólo santifica y dirige al Pueblo de Dios mediante los sacramentos, los misterios o adornándole con virtudes, sino que también distribuye las gracias especiales entre los fieles de cualquier condición, entregando a cada uno según considera. Este análisis ha de llevarnos a entender la importancia del momento que vive la Iglesia y su afán de escucharlos a todos, porque todos tienen algo que aportar.
Nuestro camino
¿Qué quieres América Latina y el Caribe para ti misma? fue el interrogante que planteó el prelado al ratificar que el Papa Francisco estuvo verdaderamente inspirado por el Espíritu Santo cuando decidió que este sínodo no debía hacerse como los demás; sino que debía celebrarse en todos los niveles; empezando por las familias, las pequeñas comunidades cristianas, los puestos de misión, parroquias, decanatos, diócesis, provincias eclesiásticas, iglesias nacionales y continentales; hasta llegar a la universal.
La justificación de esta decisión es que en cada nivel la sinodalidad debe adaptarse a un contexto diferente, sin perder la prioridad con la que el que Papa convocó el Sínodo y propuso trabajar para y por la comunión, la participación y la misión.
«Somos uno, trabajamos juntos y estamos en misión permanente, enviados por Cristo,» advirtió, trayendo a la memoria una frase de la Iglesia local de Bamenda en Camerún: «Y para que Dios trabaje, todo hombre debe poner las manos».
Un tiempo único
En esta línea Mons. Cabrejos, invitó a aprovechar este momento que representa una oportunidad para el continente para «enriquecer su propia identidad como Iglesia, contextualizar la sinodalidad y hacer de ella una realidad auténtica en la vida diaria de la Iglesia”. Muchas veces se ha escuchado que las personas piensan que el futuro de la Iglesia está en América Latina, lo que le ha llevado a preguntarse si realmente sus habitantes alcanzan a sentirlo, si son conscientes de ello.
Esto, afirma el prelado, quiere decir que mientras esperamos la realización del sínodo sobre la sinodalidad en el nivel de la Iglesia universal, se hace necesario tomarse las asambleas regionales con la misma seriedad como si fueran el sínodo definitivo. Tenemos ante nosotros la oportunidad para asumir nuestra responsabilidad de proporcionar el sentido y la dirección para la Iglesia latinoamericana y caribeña, la de este tiempo y del mañana.
«La etapa continental del proceso sinodal significa que América Latina y el Caribe tienen la posibilidad de hacer que su voz se escuche en el mundo como continente,» pero hay algo más importante y es que puede contribuir para que se dé la oportunidad de escuchar su propia voz en su propio territorio, es decir, sobre lo que quiere para sí misma. Concluyó.