Mujer, extranjera, laica, casada, y secretaria adjunta de la Conferencia Episcopal de Chile, un perfil que hasta ahora no era común, inclusive posible en los espacios eclesiales. Esa es Valeria López, la abogada que ocupa un espacio de alta responsabilidad y poder de decisión en la Iglesia chilena.
La escucha al pueblo de Dios nos hace ver que “el tema de las mujeres en la Iglesia es un clamor”, como ella misma reconoce. Pero se van dando pasos, un impulso en el que Papa Francisco es un factor importante. El papel de las mujeres es decisivo, inclusive para ayudar a curar heridas, como sucede en Chile con el tema de los abusos sexuales, siendo muchas las mujeres “en nuestras mesas de reparación, en quienes diseñan e implementan las líneas guías en cada diócesis”.
Desde ahí, Valeria López, que está participando de la Asamblea Sinodal del Cono Sur, que se celebra en Brasilia de 6 a 10 de marzo, no duda en afirmar que “no podemos perder a las mujeres en los espacios de decisión de la Iglesia, porque aportan esa mirada distinta y original”. Se van dando pasos que ayudan a avanzar, pequeños, pero que por todo lo que significa para atrás tienen mucho valor.
¿Ser mujer en la Iglesia y asumir un cargo de responsabilidad continúa siendo difícil?
Hay muchas puertas por abrir todavía en este camino. Nosotros hemos escuchado en todo este proceso que estamos atravesando como Iglesia de la sinodalidad, en las etapas de escucha, que el tema mujeres en la Iglesia es un clamor, la participación de las mujeres en la Iglesia es un clamor. Y nosotros vemos en nuestras parroquias, en nuestras comunidades, como realmente la acción pastoral la lleva adelante un número increíble de mujeres que han puesto su vida al servicio de la misión de la Iglesia, pero todavía falta la presencia femenina en espacios de decisión.
Es lo que hemos visto y hemos escuchado reiteradamente en este tiempo, esa preocupación porque la mujer, siendo parte esencial del pueblo de Dios y además teniendo una misión tan activa y tan fructífera todavía no se la ve en espacios de decisiones. Aún hay un camino por recorrer, pero también ha habido cambios en los últimos años, el Papa Francisco ha puesto siempre el tema de la mujer como un tema fundamental para repensar lo que realmente es el rol y la vocación de la mujer en la Iglesia.
El Papa Francisco insiste en que los cambios vienen desde abajo y que aquellos que vienen desde arriba, corren el riesgo de no prosperar. La Iglesia chilena en los últimos años ha vivido momentos de reflexión desde abajo, como ha sido la III Asamblea Eclesial Nacional, la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe o el actual proceso sinodal. ¿Cómo ese pedido del reconocimiento del papel de la mujer en la Iglesia se ha hecho presente en la reflexión del pueblo de Dios en Chile?
Ha estado muy presente en la reflexión del pueblo de Dios que peregrina en Chile. Nosotros hemos tenido nuestro propio camino y proceso de discernimiento muy particular a partir de 2018 con la crisis de los abusos sexuales, y ahí hemos visto como también ha habido un reconocimiento y una valorización de lo que es la mirada femenina en estos procesos. Todo lo que tenemos como mujer en lo maternal, con el modelo de María, hace que también nuestra mirada hacia las víctimas de abusos, el trato, las buenas prácticas, la acogida, la escucha, también la reparación, como mujeres tenemos algo muy original y muy específico que aportar en eso.
En la reflexión de estos últimos años ha estado muy presente el tema de la mujer. Además de este proceso de discernimiento, que tuvo un hito en nuestra III Asamblea Eclesial, la cantidad de mujeres que estuvieron presentes en las comunidades que reflexionaron sobre las temáticas que hoy son transversales, como hemos visto aquí. También la presencia numerosa de mujeres, religiosas y laicas, en la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, pone de relieve que en la Iglesia de Chile, la reflexión sobre la mujer tiene su espacio.
Habla de esa presencia femenina para ayudar a resolver algo que ha marcado la vida de la Iglesia de Chile en los últimos años. ¿Cómo ese cuidado femenino, ese sentimiento maternal puede ayudar a que la Iglesia de Chile retome el gran trabajo que ha hecho a lo largo de los años, y pueda ser asumido ese desafío de superar los abusos para continuar mirando hacia adelante?
El tema de las víctimas de abusos sexuales, que se pueden dar en muchos ámbitos, pero que cuando sucede en la Iglesia es un dolor muy especial, ese es un tema que todavía nos duele, todavía hay un camino por delante que recorrer en ese sentido, hay mucho que reparar y la mujer ha tenido un rol muy importante. Si nosotros vemos en las diócesis, quienes están a cargo de la escucha, quienes son la cara de la Iglesia cuando una víctima llega y hay que escuchar lo que le pasó, hay muchas mujeres involucradas en esa tarea, también en nuestras mesas de reparación, en quienes diseñan e implementan las líneas guías en cada diócesis, hay muchas mujeres trabajando en eso.
No es una mirada y no es una acción exclusiva de la mujer, pero sí es muy original de la mujer estar en esos ámbitos por lo que es propio de la mujer y de la feminidad. Es un espacio de dolor, como la Iglesia que es madre y acoge, y tenemos como esa imagen de la Iglesia maternal, de acogida, las mujeres que están trabajando en esos temas específicos y tan dolorosos, aportan eso, ese aspecto de la feminidad, ese don maternal.
Escucha y discernimiento son elementos fundamentales en el proceso sinodal. ¿En qué es diferente esa escucha y ese discernimiento cuando es llevado a cabo por las mujeres?
Es la mirada especial. San Juan Pablo II decía que las mujeres tenemos ese poder de con nuestra mirada transformar las cosas, las miramos de un modo diferente, ni mejor, ni peor, complementario en el pueblo de Dios, a lo que es la mirada de los hombres, a lo que es la mirada de los religiosos, de los clérigos. La mirada de la mujer tiene lo suyo de peculiar y estamos muy acostumbradas a la escucha activa, las mujeres tenemos esa capacidad de escucha, esa paciencia que, insisto, aun cuando no sea activa la maternidad, como puede ser en el caso de las religiosas, ese don maternal a ejemplo de María, hace que nuestra escucha, nuestra paciencia, la capacidad de ponernos en los zapatos del otro, la empatía, se despliega de un modo de un modo especial en este camino que estamos aprendiendo, porque es un proceso el camino sinodal.
Partimos de la escucha, después vendrá el discernimiento, después acoger lo que el otro tenga para decirnos, y finalmente consensuar. Las mujeres, por todo lo que ha sido nuestra historia en el mundo, hemos desarrollado esa habilidad para llegar al consenso. Las mujeres consensuamos con los hijos en la casa, consensuamos con el marido, consensuamos en el trabajo, de una manera particular, que tiene que ver con nuestra feminidad.
Usted habla de una mirada femenina. ¿Podríamos llegar a decir que la mirada femenina refleja mejor la mirada de Dios para con la humanidad?
La mirada femenina, de todas maneras, se hace eco o carne de esa mirada de Jesús. No sé si ponerla el calificativo de mejor, yo creo que es una manera original. Lo que más me gusta a mí de ser mujer es la originalidad de lo que es la mujer, en su mirada del mundo, en su forma de comprender el mundo y transformar las cosas. En esa originalidad está la riqueza, y por eso no podemos perder a las mujeres en los espacios de decisión de la Iglesia, porque aportan esa mirada distinta y original.
De cara al futuro, ¿cómo el servicio que usted está desempeñando como secretaria general adjunta de la Conferencia Episcopal de Chile puede ayudar a que esos espacios sean ocupados cada vez más por mujeres?
Tengo mucha esperanza en eso, mucha esperanza. Como decía al principio de la entrevista, quizás hay todavía puertas que abrir, pero cada paso, por todo lo que significa atrás, por todo lo que significa el camino recorrido, los esfuerzos, los clamores, cada pequeño paso que damos es esperanzador. Para mí es una bendición estar en este momento cumpliendo este servicio, yo le llamo servicio a este trabajo mío en la Conferencia Episcopal como mujer, y como extranjera, pues yo también soy extranjera en Chile.
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Confluyen varias cosas, que uno podría decir que están en el mundo de los que quizás quedan un poquito como afuera, como un poquito más allá de los límites, de los márgenes, están los extranjeros, están las mujeres. Siento que en mí confluyen dos características y tener la posibilidad de estar acompañando el trabajo, el servicio pastoral de los obispos en la Conferencia Episcopal, realmente creo que para las mujeres en la Iglesia es un pequeño paso, pero todo lo que significa para atrás tiene mucho valor, y me siento muy responsable de eso también, siento mucho compromiso por eso.